El cambio climático afecta los ecosistemas, las sociedades y las economías, y es a través del agua que se viven sus mayores impactos: se reduce la calidad, cantidad y disponibilidad del agua, aumenta la frecuencia y la magnitud de los fenómenos meteorológicos como olas de calor, sequías prolongadas, lluvias y tormentas más fuertes, la biodiversidad está amenazada, la seguridad alimentaria está en riesgo, la salud humana es cada vez más vulnerable a las enfermedades, la desigualdad social crece, y se producen migraciones masivas y conflictos.
Las consecuencias del cambio climático se producen fuertemente en las zonas tropicales, donde se halla la mayor parte de los países en vías de desarrollo que son más vulnerables a los desastres y a sus consecuencias medioambientales y socioeconómicas.
La gestión del agua juega un papel muy importante en la mitigación del cambio climático. La restauración y protección de los humedales, la agricultura de conservación y otras soluciones basadas en la naturaleza pueden ayudar a secuestrar carbono en la biomasa y los suelos, mejorar el tratamiento de aguas residuales puede ayudar a reducir los gases de efecto invernadero, mientras proporciona biogás como fuente de energía renovable.
Aumentar la eficiencia del uso del agua y reducir el uso innecesario representa un menor consumo de energía y por consiguiente menos emisiones de gases de efecto invernadero.
Es prioritario hacer cambios sustanciales en la forma en que se gestiona, usa y reutiliza el agua para reducir tanto los impactos como los factores del cambio climático en nuestro planeta.
Fuente: Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2020.