El agua es indispensable para la vida en la Tierra. De ella dependemos todos los seres vivos que habitamos en el planeta.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el agua está distribuida así:
- Hay 1.386 millones de kilómetros cúbicos de agua, cantidad que no ha variado significativamente en los últimos 2.000 millones de años.
- El 80 % del agua que se encuentra en los continentes está en la superficie. El 20 % restante se encuentra bajo tierra o en forma de vapor de agua atmosférico.
- Sólo el 2.5 % es agua dulce, de esa cantidad, el 0.5 % se encuentra en depósitos subterráneos y el 0.01 % en ríos y lagos.
- El 68.7 % se encuentra en estado sólido en las zonas polares y en los glaciares.
- El 97.5 % corresponde a agua salada que se encuentra en los océanos.
A su vez, el agua se origina de dos formas, una en el interior y otra en la superficie de la Tierra.
En el interior de la corteza terrestre ocurren una serie de reacciones químicas que producen agua y salen a la superficie como erupciones, aguas termales o géiseres.
Por otro lado, el agua de la superficie se produce gracias al ciclo del agua, que es el proceso por medio del cual el agua de los mares, lagos, bosques, tierras, ríos y embalses se evapora, forma nubes y regresa en forma de lluvia. Este vapor se eleva a la atmósfera y cuando se enfría por las bajas temperaturas se condensa y forma las nubes. Las nubes se mueven hacia el interior del continente, se enfrían propiciando su precipitación en forma de agua, nieve o hielo, dependiendo de la temperatura atmosférica. Una vez que se precipita, parte del agua entra en el suelo dando origen a las aguas subterráneas, otra parte escurre por la superficie a través de los ríos hasta llegar de nuevo al mar y otra parte es utilizada por los seres vivos. Cada día, el sol evapora más de un billón de toneladas de agua, que permanece en la atmósfera hasta que vuelve a la superficie en forma de precipitaciones.
El agua dulce es un recurso natural renovable y variable, pero limitado, solo se puede reponer a través del ciclo del agua. Son varios los factores que limitan el agua:
Desigualdad en la distribución del agua dulce. No todas las zonas continentales reciben la misma cantidad de agua. Debido a factores geológicos, geográficos, climáticos y socioeconómicos, el agua está distribuida de forma desigual. La tercera parte de la población mundial vive en zonas donde el agua escasea con frecuencia y uno de cada seis habitantes no tiene acceso al agua potable.
No toda el agua dulce es potable. El agua dulce que no es potable no se puede consumir directamente, requiere un proceso de potabilización para eliminar los microorganismos patógenos y minerales para que sea apta para el consumo seguro.
Uso excesivo. Se estima que en los países más desarrollados el 8 % del agua se consume en las casas, el 22 % utiliza en la industria y la producción de energía y el 70 % se usa en la agricultura.
Contaminación. Los productos de limpieza, las pinturas, los productos químicos y otros desechos contaminantes pueden filtrarse en el suelo provocando altos niveles de contaminación en el agua y causando graves problemas de salud a quienes consumen agua contaminada.
Cambio climático. El cambio climático está afectando el ciclo del agua, impactando la cantidad, el movimiento y la calidad. El comportamiento de las precipitaciones está cambiando. La frecuencia, intensidad y duración de los eventos climáticos extremos, como inundaciones o sequías, también están cambiando. El nivel del mar en los océanos está aumentando, lo cual produce inundaciones costeras. La acidificación de los océanos deteriora cada vez más los ecosistemas marinos, especialmente los corales.
Para concluir, el agua es un recurso limitado, por consiguiente consumirla responsablemente y gestionarla de forma adecuada garantiza su disponibilidad hoy y en el futuro.
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