El suelo es la capa delgada de material que se encuentra en la superficie de la Tierra.
Es un recurso natural que consiste en materiales erosionados y orgánicos, aire y agua. Al ser el medio en el que las plantas se establecen y crecen, su función más reconocida es apoyar la producción de alimentos.
El suelo aporta nutrientes y agua que son absorbidos por las raíces de las plantas y que contribuyen a la regulación del agua y los gases atmosféricos, y por lo tanto juegan un papel importante en la regulación del clima.
Los suelos almacenan y filtran agua contribuyendo a la seguridad alimentaria.
También son importantes en el abastecimiento de agua limpia y en la resiliencia ante las inundaciones y sequías.
La infiltración de agua a través del suelo atrapa los elementos contaminantes e impide que estos se filtren en el agua freática.
Además, el suelo captura y almacena agua, poniéndola a disposición de los cultivos para su absorción; de este modo, reduce al mínimo la superficie de evaporación y maximiza la eficacia y productividad en el uso del agua.
Los suelos sanos con una elevada cantidad de materia orgánica tienen capacidad para almacenar grandes volúmenes de agua.
Esto es beneficioso no solo durante las sequías, cuando la humedad de los suelos es crucial para el crecimiento de los cultivos, sino también durante las lluvias intensas porque el suelo reduce las inundaciones y la escorrentía y ralentiza el vertido de agua a los arroyos.
Fuente: fao.org